Yo le canto al hombre que nos enseñó la historia hablándonos
de su infancia.
El hombre que evoca con amor su niñez es un torrente de
sentires.
Su alma de maestro se pasea por polvaredas donde se
sembraron los héroes.
De su garganta testaruda nace la historia de la Patria que
lo escucha.
Sus manos, hacedoras inquietas de proezas, blanden libros
como golosinas seductoras.
Los libros en sus manos se crecen y nos invita a poseerlos,
a beber luz.
La palabra es su arma pedagógica más contundente.
Palabra que viaja desde el pecho digno al aire enamorado de
su voz.
Esta patria toda vive enamorada de su fabla.
Su verbo nos alumbró en tiempos penumbrosos y tristes.
Su verbo mutante de maravillosas creaciones.
Su hablar y su andar refundaron un mundo de épica
humanitaria.
Libros, historia, sentires, son en su mesa banquete de las
liberaciones.
Yo le canto a ese hombre que cambió fusiles por casas y
escuelas.
Su heroicidad le viene de tan amoroso que se interna entre
los pobres.
Entre nosotros los de su sangre, los postergados, los
invisibles de ayer.
Nada más nos nombró y renacimos del olvido asesino de
esperanzas.
En su gesta nos descubrimos capaces de construir las
utopías.
Nos hicimos soldados de su causa para juntarnos a soñar con
él.
Cuántos empellones sorteamos arropados con su brillo.
Un sol erguido en el cenit es su mensaje de redención.
Sólo victorias nos da la unidad que él comanda.
Yo le canto a este hermano de raíces profundas como vientre
ancestral.
Su espíritu cantor corre desbocado como venados en la sabana
yaruro.
Su corazón infinito abraza la tierra amando libre el
amanecer del bien.
Se prenden fiestas de pájaros por donde pasa esa sonrisa
traslúcida.
Las maracas alborotadas aletean como mariposas la tarde
llanera.
Vibran las cuerdas del cuatro venezolano y trinan copleros
como turpiales al viento.
Nuestro hermano redentor va de canoero por Apure rumbo al
padre Orinoco.
Conversa con Gallegos y Andrés Eloy, los tres recitan al
llano inmenso.
La Amazonía le abre los brazos para que sane el indio
enfermo.
Van los chamanes de Amalivaca a cantar ademi en sed de
yarake.
Claman los chaimas al mar potente que da alimento.
Bajan del Ande y Perijá guerreros inmortales como un Sabino.
Renace Nigale el cacique añú entre los manglares revividos
del lago amado.
Todo lo raigal se une a tu lucha porque nos diste tu corazón
de rocío para sembrar.
Por eso yo te canto Comandante de la trinchera hermosa de la
vida.
Tu llegada ante nosotros fue súbito despertar de conciencia
eterna.
Una lluvia de estrellas en la larga noche de la opresión.
Tu canción corpórea de la solidaridad nos hizo clan del
tótem amor.
Hiciste el milagro de saciar las hambres de cuerpo y alma de
millones.
Bastó un puñado de tus verdades para sacarnos de las
mazmorras.
Tu convocatoria fue elixir de juventud para un pueblo que
envejecía de tedio.
El tedio que mata silente tras siglos de traiciones y cepo.
Te canto hoy Comandante hermano, Comandante padre,
Comandante tierno
Cuando lloramos con rabia la artera celada que nos arrebató
tu canto.
Canto Honor y Gloria eterna a tu paso radiante por la vida.
Canto a tu Obra de mármoles intangibles con columnas
perennes de ébano.
Canto a tu pionero pensamiento que desamarra naciones antes
sojuzgadas.
Cantamos y juramos que tus órdenes serán realidades
sagradas.
Te abrazamos Comandante, te abraza tu Pueblo, que te
cumplirá, y siempre cantará con la voz alzada que vos nos regalaste.
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