lunes, 15 de junio de 2015

Alfonso Chase: De la educación dual a la educación total

Alfonso Chase, Premio Magón 1999, intelectual

Toda forma de innovación en la educación es un avance. Esos, siempre decimos, mientras no sean un retroceso o una de las múltiples supercherías pedagógicas a que nos tienen acostumbrados los teóricos, y algunas veces los "prácticos", tratando de ubicar sus ideas en la vanguardia de la vanguardia, y que muchas veces la encontramos perdida en el tiempo, no en los recuerdos del porvenir, sino en más bien los del presente.

Las acciones aplicadas al sistema educativo costarricense, en los últimos cuarenta años: ese plesticeno didáctico en el cual unos suben, otros bajan, pero en que casi todos se mantienen al nivel óptimo de la medianía, perdiéndose sus nombres en medio de planillas y en el no te vi más, que pareciera ser la cronología gubernamental de cada cuatrienio.

Todo para decir que siempre he apoyado a la llamada "Educación Dual", que existen desde la Edad media, cuando los maestros artesanos, si así pueden llamarse, daban categoría educativa, y artística, a las labores de la práctica y la teoría del laborar consciente, bajo los auspicios de un autentico Maestro, en un medio idóneo, guardando los niveles de originalidad que difirieron de uno a otro individuo.

Desde los años noventa del siglo pasado, en Alemania y Austria, y algunas veces en los Estados Unidos, se han renovado prácticas de la denominada Educación Dual de diferentes maneras y propuestas, todas ellas estableciendo dos ámbitos: un centro de estudios y otros de prácticas, ya sea fábrica, conglomerado, espacio laboral, taller: esos nobles espacios donde se ejerce el aprendizaje, tratando de unir los dos lugares, que acostumbran convertirse en complementarios.

En Costa Rica, es algo que apenas está empezando, aunque conozco planes similares desde 1995, y experimentos como los de la Universidad Empresarial como su programa Invenio, que es lo que más se le asemeja en nuestro país, el cual de manera discreta y sigilosa lo hace bien, al menos en lo que desea desenvolverse.

No creo que venga a resolver problemas de desempleo, como se dice, como no sea la captación de personal calificado, principalmente estudiantes, recién salidos de secundaria o al borde de empezar su largo peregrinaje en busca de ocupación honorable.

Desde los años noventa nos hemos acercado a Alemania, convenio con el Estado de Baja Sajonia (2000) en asuntos de ese tipo y, con singular discreción, hemos tratado de impulsar proyectos de especialización técnica, por medio de contratos de aprendizaje, pasantías, estadías de estudiantes en empresas. Todo de acuerdo a los derechos laborales y la posibilidad de aprobar leyes de aprendizaje, convenientes a ambas partes.

Las corporaciones empresariales universitarias, tan cercanas en Colombia y tan lejanas como Eslovaquia, han tratado de realizar su sueño, dicen ellos, propósito decimos nosotros, de alcanzar convertirse en academias, con consejos directivos formados por algunos dinosaurios, ejecutivos remozados y jóvenes con ideas corporativistas, con fácil acceso a todo terreno minimanciones, que han pretendido convertir el proyecto en una acción más propia del siglo XIX, que del nuestro. Actualmente, sin embargo, hay un proceso de análisis y reacomodo, pues en muchos aspectos sirven, en otros son parte de mecanismos de propaganda ilustrada, jóvenes trabajadores borregos, que diluyen la formación humanística, si es que alguna vez la tuvieron, en acciones de intención social de lento espectro.

Muy buena la educación dual. Pero resulta mejor cuando no se pierde la propuesta que debe impulsar siempre el Consejo Superior de Educación, sobre los programas, que no deben ser solo los de una fábrica de técnicos, al modo de esas películas de Charles Chaplin, donde los seres humanos se convierten en engranajes, de la clase muerta, tornillos de tuercas, que suelen ser descartados cuando los patrones lo designan, son los dueños de las empresas, además del sector productivo del país. Asimismo, deben cuidarse de formar cipayos, esos intermediarios entre la naturaleza humana y los sistemas corporativos, cuyo logro sustancial sean la producción y el lucro, por encima de cualquier otro valor.

En Costa Rica, se han realizado experiencias muy interesantes y valiosas, en el campo de la formación profesional dual, en el campo del secretariado, la mecánica automotriz, la especialización en atención laboral, la agronomía, la enseñanza de idiomas, así, como en la gestión cultural, deportiva o de enseñanza de la creatividad, al menos en los que tengo noticia. Eso sí, siempre en diseño curricular ha sido un proceso integral y en donde no se pierda la formación humanista y la importancia de la práctica.

Es un proceso educativo y de adquisición de conocimiento y no solo de formación de personal específico para las empresas interesadas. La relación trabajo-educación busca la formación de auténticos profesionales, medios y no solo personal subalterno, de formación no completa, especie de diplomados, sobre todo la ubicación en planilla laboral por oficios.

Es una forma tan antigua como la presencia de los activos maestros cantores y su conjunto de discípulos. Pero esta vez con seguros contratos de aprendizaje, que dan forma al conocimiento, al carácter y la proyección futura de los jóvenes educados por este sistema, que no solo es otro desvarío más del orden económico mundial, sino por el conocer-hacer, que da forma al desarrollo social de la humanidad y no solo a las oligarquías patronales.

Artículo: Sandra Gonzalez
Fuente: Laprensalibre.cr

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