La prioridad
de la gestión agrícola de la Revolución Bolivariana ha sido la justicia social
y en tal sentido ha dado grandes pasos: el rescate de tierras ociosas y
propiedad del Estado o de latifundios; la distribución de estas tierras entre
familias campesinas, algunas de las cuales no disponían de espacio ni para sus
viviendas; cancelación de una deuda histórica, con la devolución de tierras a
pueblos indígenas; prohibición de la pesca de arrastre. Esta gestión ha sido
causa del asesinato de centenares de campesinos y actos como la promulgación de
las Leyes de Tierras y de Pesca fueron motivos, durante los años 2001, 2002 y
2003, de las acciones golpistas de entonces.
Por otra
parte, la Revolución ha puesto en marcha programas e instituciones para el
financiamiento agrícola y la asistencia técnica al productor. De manera
paralela otorga títulos de tenencia de tierra, que facilitan el financiamiento
para quienes jamás tuvieron acceso a crédito alguno. Estas acciones avanzan
lentamente, pero con mayor firmeza en la medida que esas instituciones
financieras y de investigación están mejor articuladas y comprometidas con los
objetivos estratégico de soberanía alimentaria y justicia social y no con
intereses de la oligarquía nacional o del imperio.
La
Revolución inició también un proceso de industrialización y hoy se fabrica en
el país maquinaria agrícola y se instalan plantas para el procesamiento y
preservación de productos del agro. Sin embargo, el contenido más profundo del
pensamiento agrícola de la Revolución no marcha integralmente, a pesar de que
sus conceptos: agricultura ecológica, prohibición de transgénicos, sustitución
de agroquímicos contaminantes; privilegio de fertilizantes orgánicos;
producción de semillas; mejoramiento genético del ganado, son enunciados sobre
los cuales insiste el Comandante Chávez, líder de la Revolución. La realidad es
otra y para que se haga esa revolución
agrícola es necesario el cambio previo de hábitos impuestos por las
trasnacionales que controlan los insumos agrícolas y del adoctrinamiento que
recibe el estudiante de esta profesión quien, en el ejercicio profesional y la
labor de asistir al productor, persiste en métodos agresivos de cultivo, uso de
agroquímicos e insecticidas contaminantes, conforme a la enseñanza que recibió
y a las instrucciones de sus superiores. No es extraño por ejemplo, que el
financiamiento agrícola que el Estado otorga se oriente hacia un modelo
agrícola depredador y contaminante y se le niegue al propósito ecológico y a
métodos agrícolas armoniosos con la naturaleza.
Esta
realidad no empequeñece la justicia social que despliega la Revolución
Bolivariana, pero ella tiene un compromiso ante Dios con la humanidad:
desarrollar una agricultura respetuosa, en armonía con la naturaleza. Es éste
por cierto, el camino hacia su propósito estratégico de soberanía alimentaria
de Venezuela.
Para que esa
revolución agrícola se haga realidad, hay que llevar a la práctica los
conceptos enunciados por Chávez y comenzar por la concientización del campesino
y del profesional que lo asiste, en métodos y recursos para una agricultura
ecológica. Esa Revolución del agro debe comprender también aspectos tales como
el rescate de métodos ancestrales, el desarrollo de tecnologías inexistentes,
para estos métodos y la creación de un sistema intermodal de transporte de
cabotaje para el agro, entre otros.
Artículo: Rafael Flores
Fuente: CBCR
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