Dos testamentos dicta el Libertador en San
Pedro Alejandrino diez días antes de morir el 17 de diciembre de 1830. En el
civil, declara que “no poseo otros bienes más que las tierras y minas de Aroa,
situadas en la provincia de Carabobo, y unas alhajas que constan en el
inventario que debe hallarse entre mis papeles (…)”. En el político,
refiriéndose a la Gran Colombia, declara ante la posteridad: “Al desaparecer de
en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis
últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia.
Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la unión; los pueblos
obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros
del Santuario, dirigiendo sus oraciones al cielo, y los militares empleando su
espada en defender las garantías sociales. Colombianos: Mis últimos votos son
por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los
partidos, y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro" (Lecuna, T. 3. 1947: 823-824). No hay más
posteridad que la obra. Por ella vivimos y sobrevivimos. Para saber cuán
presente está Bolívar, basta verificar cómo perdura su obra perdura. Para
apreciar cuán vivos estamos, debemos valorar cómo acrecentamos su legado.
Recapitulémoslo.
EMANCIPACIÓN.- Desde el juramento en el
Aventino en 1808 y su primer discurso público ante la Sociedad Patriótica en
1810 hasta su proclama final en 1830, la emancipación es la meta de los
sentimientos, las ideas, las acciones del Libertador. A ella sacrifica bienes,
familia, amistades, salud. Nos deja la plena emancipación política. Nos lega la
tarea de perfeccionar la social, la económica, la estratégica, la cultural.
Bolívar tiene todavía que hacer en América, dijo Martí. Pero sólo puede
cumplirlo mediante sus herederos. Nuestra emancipación se llama hoy en día
antiimperialismo. El Imperio ya no es España, sino Estados Unidos.
SOBERANÍA POPULAR.- Bolívar comparte con
Rousseau la convicción de que la soberanía reside en el pueblo, de que éste no puede en forma alguna cederla
ni enajenarla de la misma manera que no puede darse en esclavitud a otro, pues
la locura no crea derechos. De la soberanía popular emana todo poder, y ésta es
máxima que Bolívar sistemáticamente reconoce en proclamas y decretos. Al
reafirmarse las fuerzas patriotas en Guayana, el 15 de febrero de 1819 abre su discurso ante
el Congreso de Angostura en los siguientes términos: “Señor: ¡Dichoso el
ciudadano que bajo el escudo de las armas de su mando ha convocado 1a soberanía
nacional, para que ejerza su voluntad absoluta!” Por consiguiente tales
poderes, el de legislar, el de aplicar las leyes, el de juzgar controversias,
no pueden ser enajenados ni cedidos a potencias, tribunales ni árbitros
extranjeros. Enajenar soberanía es traicionar al pueblo en su absoluta
voluntad, y la traición no crea derechos.
REPÚBLICA.- En tiempos de la Independencia
inquietó a algunos próceres la tentación monárquica. Se independizó Brasil
coronando a Dom Pedro I. El mexicano Iturbide se hizo nombrar Emperador. San
Martín consideró alguna vez la idea de traer testas coronadas europeas a reinar
en América. Bolívar rechazó categóricamente tales proyectos. Aparte de que
violaban el ideario republicano, temió que la introducción de príncipes
europeos importara en América las rencillas dinásticas del Viejo Mundo. También en el Discurso de Angostura, proclama
Bolívar de una vez por todas: “El
gobierno republicano ha sido, es y debe ser el de Venezuela; sus bases deben
ser la soberanía del pueblo, la división de los poderes, la libertad civil, la
proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los
privilegios” (Blanco Fombona: 67-70). Numerosas intrigas se urden para tentar a
Bolívar con una corona: siempre la rechaza categóricamente, sea la distinción
propuesta real o simbólica. Apenas le es conferido el honorífico título de
Libertador el 14 de octubre de 1813 por el Cabildo Municipal de Caracas, de una
vez y para siempre lo proclama “título más glorioso y satisfactorio para mí que el cetro de todos los imperios de
la tierra”. Y un año antes de morir, desde Popayán, el 6 de diciembre de 1829
manifiesta a Antonio Leocadio Guzmán: "No son pocos los que me han hablado
de un sistema monárquico y en diferentes épocas, pero siempre he dicho lo que
pienso en tal asunto. La nación puede darse la forma que quiera, los pueblos
han sido invitados de mil modos a expresar su voluntad y ella debe ser la única
guía en las deliberaciones del congreso; pero persuádase Ud. y que se persuada todo
el mundo que yo no seré el rey de Colombia ni por un extraordinario evento, ni
me haré acreedor a que la posteridad me despoje del título de Libertador que me
dieron mis conciudadanos y que halaga toda mi ambición" (Lecuna, T. 3.
1947: 379). Deslegitimadas por la voluntad popular y el ridículo las coronas
políticas, en América se yerguen los tronos hereditarios y absolutos de la plutocracia y del capital. Nuestra
República de hoy es el socialismo.
DEMOCRACIA.- Democracia es gobierno de la
mayoría, pero las incipientes Repúblicas, comenzando por Estados Unidos,
siguiendo con Francia y luego con Venezuela en su Constitución de 1811, condicionan el derecho de elegir y ser
elegido a la posesión de cierta renta o cantidad de bienes. Son Leyes
Fundamentales que bajo el estandarte de la igualdad republicana preservan de
hecho la desigualdad oligárquica. Apenas la constitución jacobina de 1793 y el
proyecto de Constitución que propone Bolívar en 1826 para Bolivia dejan atrás
estas rémoras. En esta última se requiere apenas que el votante sepa leer y
escribir, o que ejerza una profesión: “No se exigen sino capacidades, ni se
necesita de poseer bienes, para representar la augusta función del Soberano;
mas debe saber escribir sus votaciones, firmar su nombre, y leer las leyes. Ha
de profesar una ciencia, o un arte que le asegure un alimento honesto. No se le
ponen otras exclusiones que las del crimen, de la ociosidad y de la ignorancia
absoluta. Saber y honradez, no dinero, es lo que requiere el ejercicio del Poder
Público”(Discurso al Congreso Constituyente de Bolivia, Lima, 25 de mayo de
1826). Durante más de medio siglo, sin embargo, seguirán los requisitos
económicos para el sufragio impidiendo
expresarse a la voluntad popular.
Nuestra democracia de hoy, además de política, ha de ser social y
económica.
LIBERACIÓN DE LOS ESCLAVOS Y DE LOS
INDÍGENAS.- Bolívar libera sus propios esclavos desde 1814, a condición de que
se incorporen a las filas patriotas. En 1816 promete la libertad de los
esclavos a Alexander Petion, y ya el 27 de junio de ese año expresa desde
Carúpano que “he proclamado la libertad absoluta de los esclavos”. Y el 6 de
julio, desde la villa de Ocumare, reitera: “Esa porción desgraciada de nuestros
hermanos que ha gemido bajo las miserias de la esclavitud ya es libre. La
naturaleza, la justicia y la política piden la emancipación de los esclavos: de aquí en adelante sólo
habrá en Venezuela una clase de hombres, todos serán ciudadanos” (Blanco
Fombona, 2007:199). El 11 de marzo de 1818, un día después de la toma de Villa
de Cura, expide un bando en el cual dispone que: "Abolida la esclavitud en
Venezuela todos los hombres que antes eran esclavos se presentarán al servicio
para defender su libertad”. Desde la instalación del Congreso de Angostura, solicita
y obtiene de todos los cuerpos constituyentes que ratifiquen la medida.
En cuanto a los indígenas, el 20 de mayo de
1820 promulga desde la villa del Rosario
de Cúcuta decreto en el cual ordena devolver a los indígenas las tierras de los
resguardos y les otorga instrucción primaria gratuita y obligaria. El 4 de
julio de 1825 decreta en Cuzco la eliminación del servicio personal exigido
mediante mitas faenas, séptimas, mita y pongueaje, y dispone que cada indígena, de cualquiera
sexo o edad que sea, recibirá un topo de tierra en los lugares pingües y
regados, y en los lugares privados de riego y estériles, dos topos. La propiedad del subsuelo de tales
tierras y de los recursos sigue perteneciendo en forma inalienable a la Nación.
Las dos categorías de seres más atropelladas por el sistema colonial adquieren
así el derecho a integrarse en la medida
de sus deseos a la indivisible comunidad de la República. Para ese entonces el
capital consolida una nueva forma de esclavitud y servidumbre, el salariado. La
liberación a cumplir hoy en día es la de
los trabajadores.
NACIONALIZACIÓN.- Bolívar efectúa en el
territorio de las repúblicas liberadas
las dos mayores nacionalizaciones que registra nuestra historia, y en
ambos casos de los dos recursos más decisivos para la economía de la época y de
la actual. El 3 de septiembre de 1817 desde Guayana promulga Decreto sobre
Secuestro y Confiscación de Bienes de los Españoles y sus partidarios, que
abarcan la mayor parte de la propiedad territorial de la época. Ya el 17 de
septiembre de 1825 escribe desde La Paz al vicepresidente Santander: "Yo
he decretado aquí que todas las minas perdidas y abandonadas pertenecen de
hecho al gobierno para pagar la deuda nacional”. Luego expide decreto
en Quito el 24 de octubre de
1829, para normar la minería en
la Gran Colombia, en el cual pauta que “Las minas de cualquier clase
corresponden a la República”. Tales nacionalizaciones proceden mediante
confiscación, vale decir, mediante apropiación revolucionaria y sin indemnización
de los bienes afectados. La de las
tierras tiene por objeto su inmediata redistribución social entre quienes han
luchado por la independencia, de acuerdo con su grado y sus servicios, reparto
que prevé la posible explotación por comunidades o sociedades. De haberse
cumplido según lo previsto, hubiera culminado en la más amplia Reforma Agraria
jamás llevada a cabo en América Latina. La hicieron fracasar administradores
mal intencionados, que en lugar de tierras repartieron bonos transferibles, los
cuales al poco tiempo los necesitados patriotas vendieron por menos del cinco
por ciento de su valor a favor de usureros y de la nueva oligarquía de
oficiales republicanos. En cuanto al subsuelo, hasta hoy permanece como
propiedad indivisa e inalienable de nuestras Repúblicas, que sólo puede ser
cedida temporalmente mediante concesión soberana. La herencia de Bolívar
comprende la soberana e inajenable potestad del pueblo sobre suelo y subsuelo.
Este principio sólo se honra aplicándolo.
INTEGRACIÓN.- Desde su primera intervención
pública, Bolívar piensa en la independencia como obra continental. “Pongamos
sin temor la piedra fundamental de la
libertad suramericana: vacilar es perdernos” expresa en el discurso ante la Sociedad
Patriótica en 1810 (Pérez Vila: 8). La libertad, bien lo ha dicho, es
suramericana: quiere emancipación
continental, no del municipio ni de la parroquia. “Para nosotros la patria es
la América; nuestros enemigos los españoles; nuestra enseña la independencia y
libertad”, proclama el 12 de noviembre de 1814 en Pamplona (Blanco Fombona:
54). “Yo no: yo no quiero gobiernitos: estoy resuelto a morir entre las ruinas
de Colombia peleando por su ley fundamental y por la unidad absoluta”, escribe
desde Pasto el 8 de enero de 1823 a Santander (Guzmán, T.I :351). Sin la menor vacilación extiende la acción
libertadora sobre lo que hoy son Venezuela, Colombia, Panamá, Ecuador, Perú,
Bolivia. En 1826 proyecta independizar Cuba y Puerto Rico. El mismo año convoca
el Congreso de Panamá, para unir en confederación perpetua las repúblicas
americanas. Por la ruta de la Historia va Bolívar borrando fronteras políticas
y estrechando lazos americanos. Para grandes hombres sólo hay Patrias Grandes.
NATURALEZA.- La patria es el pueblo, pero
también el ámbito donde éste habita. Amante de la naturaleza por su infancia en
San Mateo y por la educación que le impartió Simón Rodríguez; conocedor de ella
por su amistad con Alexander von Humboldt y con Aimé Bonpland, Bolívar se
preocupa tempranamente por el agotamiento de las aguas y de los bosques, y
dicta decretos para incrementar el cauce de los ríos mediante la arborización y
los canales, así como medidas para inventariar y estudiar las plantas útiles y
medicinales y proteger y fomentar la cría de las llamas y
de otras especies animales. En aquellos tiempos podía parecer la naturaleza
inagotable; sólo una inteligencia profunda podía avizorar el riesgo de su
destrucción y lo indispensable de las medidas para preservarla. La Humanidad ha
de volver a la Naturaleza, como que la una no puede existir sin la otra; como
que ambas son la misma cosa.
HONRADEZ.- Bolívar nace rico y sale del poder
pobre. Aquellos que llegan al poder buscando provecho, no deben salir ricos:
deben salir.
INMORTALIDAD.- El 3 de septiembre de 1817
Bolívar escribe desde Guayana al padre del mayor William Chamberlain, cuyo hijo
había muerto en batalla: “Aquel que asegura su honor dedicando su vida al
servicio de la humanidad, a la defensa de la justicia y al exterminio de la
tiranía, adquiere una vida de inmortalidad al dejar el marco de materia que el
hombre recibe de la naturaleza. Una muerte gloriosa triunfa sobre el tiempo y
prolonga la sublime existencia hasta la más remota posteridad: el mayor
Chamberlain ha obtenido ese favor del destino” (Guzmán T.2: 439-440). Mas la inmortalidad no es un favor: su costo
es sobrehumano y dura apenas unos cuantos de esos segundos que los mortales
llaman siglos, según los calificó Bolívar en “Mi delirio sobre el Chimborazo”.
Si la eternidad dura un instante, el instante puede ser eterno mediante su
empleo acertado. Los segundos que transcurren para nuestros pueblos son los que
nos legó Bolívar. La herencia hace al heredero, o lo destruye. Una generación
se sacrificó por dejarnos esta herencia. Todas las venideras serán sacrificadas
si no estamos a su altura. Nuestro deber
es merecerla.
Fuentes: Diario Ojo pelao http://www.ojopelao.com
Blanco Fombona (comp.) (2007)
Discursos y proclamas. Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho.
Guzmán Noguera, Ignacio de (comp.) (1983). El
Pensamiento del Libertador. II Tomos. Caracas: Consejo Municipal de Caracas.
Lecuna, Vicente (Comp.) (1947). Simón Bolívar: Obras Completas, III Tomos. La
Habana: Editorial Lex.
Pérez Vila, Manuel (comp.) (1979) Doctrina
del Libertador. Caracas: Editorial Ayacucho.
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